Pumas en Medellín y Jabalíes en Barcelona. Día veintiséis.
08/04/2020. Qué decir: ni un achaque. Abro una sobrasada que compré en Ciudad Rodrigo hace un mes y es un hallazgo.
‘In times of plague, it is forbidden to spit at cats’
Camus, La Peste.
El misterio del papel higiénico, resuelto. La explicación es norteamericana y preciosa. Es cierto que los gringos, como los iberos, se arrojaron en hordas acaloradas a almacenar papel higiénico hasta el día del juicio final. Pero la razón por la cual las estanterías se vaciaban de tan preciado elemento no eran únicamente psicológicas o producto de la excepción. En realidad, resulta que sí se consume más porque se pasan más horas en el hogar. Los episodios a los que da lugar su uso ya no se producen en entornos laborales y colegios y resulta, oh el capitalismo, que la cadena logística y el tipo de producto no es el mismo. En tu casa, que pagas tú, compras un producto de tacto suave, consistente y visiblemente agradable. En las oficinas, colegios y espacios públicos, se ahorra. Eficiencia. Y ni es tan fino, ni tan suave ni se empaqueta igual. El resultado es que son dos líneas de fabricación separadas optimizadas respectivamente para las predicciones de sus consumos históricos… en los que se está menos en casa: si los pedidos de los supermercados se incrementan, no hay exceso de capacidad de producción para responder tan rápido al incremento de demanda. El señor que explica esto añade el dato de que un fabricante de Atlanta estima que se va a ir un cuarenta por ciento más de veces al baño… en el hogar. Otro episodio revelador de cómo la acción humana desafía la intuición y otro de esos bellos sucesos que formarán parte de las bibliotecas del método del caso en las escuelas de negocios. No éramos idiotas, es la economía pues.
Las palomas arrullan bajo mi balcón. Es una presencia insospechada que el silencio trae por la ventana. No, nunca hubo palomas en mi calle. No, nunca poblaban el suelo tranquilas en un ambiente tan desolado. Con más hojas secas a pesar de ser primavera y que configuran un paisaje que recuerda a las ciudades vacías de las películas de catástrofes. Es una catástrofe, de qué sorprenderse. Los animales regresan al hacerse el vacío. Han (re)aparecido los bichos. «Hemos visto zorros en Bogotá, delfines en la bahía de Cartagena, osos hormigueros en Casanare, zarigüeyas en Neiva…». Y esas imágenes desaparecerán, se supone, como lágrimas en la lluvia. Qué exotismo: «En el Instituto Humboldt teníamos una referencia permanente de fauna urbana. En Medellín tenemos pumas en Envigado reportados hace bastante tiempo». Yo he caminado por Barranquilla en tiempo de paz, asombrado y ante la indiferencia de todos los transeúntes, entre iguanas de colas amenazantes. Pero no había peste. La bióloga colombiana que hace este relato tiene más elementos para el asombro: «Nosotros no tenemos los jabalíes que tienen en Barcelona o Milán, que son peligrosos». ¿Jabalíes?. ¿En Barcelona?. Y como la naturaleza no es idílica, sino que tiene lo que tiene, entre otras cosas virus mortales, la señora advierte no sólo de este peligro, sino del de los zorros de Bogotá, pues lo silvestre no es necesariamente amable y también pueden portar Covid-19.
La naturaleza interesante, es un jardín bien cuidado. Opino. Es decir, es dominar la naturaleza lo que es el progreso y la evolución y no el hombre desamparado sometido a la fuerza de los elementos, asustado bajo los rayos en una tormenta y perdiendo sus dientes sin remedio por el desconocimiento de la higiene y la acción de los patógenos. La tentación es que, al ver los cielos limpios (me mandan fotos del Nevado del Ruiz que, sin humo, se ve de nuevo desde Bogotá: impresionante), pensemos que la opción es volver al mundo previo. La bióloga dice, y yo la sigo, que la opción es hacerlo «en el contexto de las nuevas ofertas tecnológicas». Es decir, es porque podemos hacer trabajo remoto que no contaminaremos al reducir desplazamientos, o reducir consumos difíciles de reciclar. «Necesitamos los teléfonos inteligentes, los ordenadores, los satélites, las antenas de transmisión, que van a ser una parte fundamental del nuevo ecosistema de este planeta. He escuchado una gran cantidad de manifestaciones de ambientalistas nostálgicos, y estoy en desacuerdo con esa mirada nostálgica de los modos de vida».
Nadie sabe qué es Dios y qué no es Dios. Karen Armstrong confirma que la verdadera forma de leer los textos sagrados de todas las religiones es como leer un cuento. No, no lo dice así. Dice que «demasiados creyentes y no creyentes leen los textos sagrados de forma obstinadamente literal y muy alejada del enfoque más inventivo y místico de la espiritualidad premoderna». Si me pongo cruel, resultaría que la Biblia y sus equivalentes son libros de autoayuda by design. Injusto: están mejor escritos y tienen una belleza que Paulo Coelho no puede tener. Ser literatura y no verdad no le resta valor. Armstrong dice que los textos budistas dejan claro que «la naturaleza puede ser feroz y aterradora». La puta peste.
Salidas: ninguna
Incidencias médicas: una amiga está felizmente embarazada. Y es mucha felicidad tras haber perdido un embarazo anterior. La vida se empeña en seguir.
14 abril 2020 a 0:35
[…] leyenda de los jabalíes, era cierta. A la luz del día, si no es porque fuera de noche. Es más fascinante […]