Así en la tierra como en el cielo. Quedan dieciséis días.

24/04/2020. Llegará el día de la liberación y no habrás hecho esa limpieza a fondo de la cocina que tanta falta te has dicho que hace, y en la que seguro un día de estos te metes.

We are working together for something that unites us at a higher level than prayer or blasphemy,

Camus, La Peste. 

En ocasiones, oigo puertas. Puertas y no voces. Las puertas de vecinos que entran y salen y que antes no oía. ¿Es el ansia de salir? Dice Mario Tascón que vivimos en una burbuja espacio-tiempo en la que pierde la noción del día en el que se vive, de la fecha, del día de la semana. Videoconferencia con William, no sabía que era viernes. José Miguel Guardia insomne a las tres, las cuatro y las cinco de la mañana. Jano, un camarada, ha desplazado su actividad a la madrugada. Creo que el día en que más temprano me he ido a dormir eran las dos de la mañana. Era capaz de no sobrepasar las tres, pero ahora he caído en las cuatro. No sé quiénes son los vecinos de arriba. Pero han tardado cuarenta días en pensar que el ejercicio en casa les conviene y han dado todos los saltos que tenían que dar desde… desde hace unos días, pero siempre a una hora distinta.

Trump ya no habla de hidroxicloroquina. La prensa, siempre al acecho de sus presas favoritas, primero publicó que ya no decía nada. Al día siguiente informó del estudio más amplio realizado hasta la fecha (tampoco completo, no obstante) en el que, vaya por dios, la droga contra la malaria no hace nada por sanar del coronavirus. Nada. Rien. Nothing. Y lo que es peor: parece que los que la toman mueren más. Los medios demócratas se regodean, simulando indignación pero más bien sintiendo un cachondeo interior que no pueden con él, recopilando imágenes de cómo todas las estrellas de la Fox han repetido hidroxicloroquina ra, ra, rá (con lo difícil que es de pronunciar) sin cesar. A Trump alguien le ha debido contar que la luz ultravioleta desinfecta, y no se le ocurre otra cosa que decir en rueda de prensa que tal vez se pueda hacer algo para aplicarlo en las venas, tomar el sol e inocular desinfectante para terminar con la peste. Aquí ya he visto risas, pero las réplicas de la prensa gringa tienen más que ver, tengo la sensación, con advertir a la gente de que no se beba la lejía (jode bastante) que la propia ingenuidad del Presidente. Sí, también se ríen. Pero es que en USA hay derecho a ser ingenuo, no saber algo y preguntarlo, aquí eres tonto sin más. Falso o no, hay quien dice que es investigación médica real. No me griten: efectivamente, un gobernante no puede decir esas cosas en público, pero aquí tenemos un general que dice que persigue las críticas al gobierno y tampoco pasa nada. Mitt Romney acaba de comprender que ya ha sido absuelto por la Historia.

El general está desaparecido en su laberinto. Lo que no evita que haya escuchado discursos formulados por intrépidos comentaristas de tertulia televisiva repletos de argumentos exoneradores de la gran cagada. Esencialmente, se dice, un soldado no es un experto en comunicación (ellos sí, claro, hablando sin saber también vale) y no tiene por qué hacer el trabajo que debiera hacer un comunicador o su representante político. En este último matiz, tienen razón. Si la política nombra representantes políticos para supervisar a la Guardia Civil con criterios políticos (que no partidistas o ilegales), la pregunta es donde está esa perla. Pero, lo que es simultáneamente cierto, es que no parece razonable que un alto cargo de cualquier cosa no tenga entre sus competencias y capacidades comunicar bien. En otras palabras: por hacer bien determinadas tareas asciendes en el ejército y en la vida hasta un cierto punto. A partir de ahí, lo que empieza a contar son tus habilidades blandas: comunicar, hacerte entender, generar confianza, inspirar y guiar a otros. Si tu responsabilidad tiene que ver con la seguridad y el bienestar de la población que te paga el sueldo, parece exigible. Que se disculpe o, mejor dicho, que se exonere, forma parte de ese gusto local por considerar el resultado mediocre como admisible. No es cuestión de «y si te hubiera pasado a ti». Es que, si me pasa a mi, me tienen que echar. Recuerdo que, en algún documental o artículo sobre las estrellas yugoslavas del baloncesto, se explicaba por qué eran tan buenos tiradores de media distancia: si no eres capaz de meterla con sólo dos segundos para que suene la bocina, entonces ¿de qué sirve? Encestar por encestar puedes hacerlo bien, la cuestión es hacerlo bien cuando hay que hacerlo bien. Si al general le ordena su cobarde mando dar la rueda de prensa, es cuando tienes que hacerlo bien. Aunque no sea moralmente ejemplar la razón por la que te llaman, forma parte del trabajo.

«Aquí la pizza significa Navidad». Es el relato de un cura en Vallecas que, entre sus donantes, tiene una pizzería de calidad (no, no hablamos de pizza congelada) y él reparte unas cuantas pizzas cada noche. Me sigue pareciendo fascinante la capacidad de los curas – y las monjas – para organizar logística y asistencia. Al pie del cañón y cerca de la necesidad. Es decir, no son sólo pederastas. O creyentes en la magia que sacan imágenes para pedir que llueva. La vida está repleta de estas paradojas. El cura en cuestión reparte kilos y kilos de comida y alardea de su eficiencia: «Tengo un Excel que ya quisieran algunos organismos oficiales». Llama una señora, el cura le garantiza cincuenta kilos de comida. Sabe cuándo le engañan, controla la distancia de sus protegidos y organiza rutas de reparto. Y no le roban: «Padre, no se preocupe. Todas las familias que robamos estamos aquí’. 

 

Salidas: una cocacola al día mantiene al psiquiatra en la lejanía.

 

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